21.6.10

Los desfavorecidos perdieron un amigo portugués



Falleció hace apenas dos días el eminente escritor y bloguero, José Saramago.

El autor de La balsa de piedra fue poeta antes que novelista de éxito y antes que poeta, pobre. Unido el periodismo a esos otros tres factores (pobreza, poesía y novela) se entenderá la fusión entre preocupación social y exigencia estética que marcó la obra del único Premio Nobel de la lengua portuguesa hasta hoy.

Escribe Ramón Lobo:


Hay dos tipos de escritores: los que se asilan del mundo y tratan de modificarlo desde sus libros y personajes sin otro compromiso que la búsqueda permanente de la excelencia; y los que como José Saramago, que además de escribir obras esenciales como El memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, los dos ensayos, el de la ceguera y el de la lucidez, y la maravillosa Caín, entre otras, son capaces de salir al mundo y tratar de cambiarlo con sus propias manos.

José Saramago sabía que el premio Nobel de Literatura no era solo un galardón, el más importante para un escritor, era sobre todo una responsabilidad. Un gran altavoz para una voz que siempre habló en favor de los desfavorecidos, de los que escribió y duplicó en personajes extraordinarios como Baltasar y Blimunda en El memorial, seres que habitaron sus libros dándoles el sentido trascendente de las grandes obras.

Una vez, sentado ante el jardín de su casa, un reportero le habló de la relación entre el periodismo y la literatura. "Son orillas de un mismo río", dijo algo presuntuoso el informador. Saramago le miró a los ojos y respondió: "¡Qué más quisieran los periodistas! Cuando uno lee una obra maestra como Guerra y Paz de Tolstoi es mejor persona, ha vivido otra vida. Cuando uno lee un buen reportaje solo está mejor informado".

Ahora que se ha apagado el hombre, queda el escritor, el ser comprometido, sus obras y su ejemplo. Y nos queda su memoria, que se transformará en memoria africana y en África. Los hombres grandes nunca mueren, solo se van y nos acompañan de otra forma.

Lean la nota de Ramón Lobo y El Sermón de los peces

Una infancia pobre, pero feliz

Visiten el Especial de Saramago en EL PAÍS.

Responsabilidad

Las miserias del mundo están ahí, y sólo hay dos modos de reaccionar ante ellas: o entender que uno no tiene la culpa y por tanto encogerse de hombros y decir que no está en sus manos remediarlo —y esto es cierto—, o bien asumir que, aun cuando no está en nuestras manos resolverlo, hay que comportarnos como si así lo fuera.

La Jornada, México, 3 de diciembre de 1998




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