7.2.06

Fidel Castro lanza campaña contra los "nuevos ricos" del socialismo cubano

Vendedores y empleados públicos son investigados por vender mercancías en el mercado negro
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Fidel Castro promueve una campaña contra los "nuevos ricos" cubanos, a los que acusa de corrupción y resquebrajamiento moral, en su anhelo por eliminar las diferencias de clase que amenazan los ideales utópicos de su régimen comunista impuesto hace 47 años.

Los infractores enfrentan hasta penas de prisión y la pérdida de sus empleos para el Estado, mientras el Gobierno trata de eliminar el creciente mercado negro que suministra a los cubanos y a los turistas todo tipo de productos, desde gasolina hasta aceite de cocina o alimentos prohibidos que se ofrecen en los pequeños restaurantes privados, dijo la agencia AP.

La palabra "rico" es muy subjetiva en la Isla, donde los salarios estatales alcanzan un promedio de 12 dólares al mes, una cantidad insuficiente para vivir a pesar de los servicios del Gobierno fuertemente subsidiados y el costo casi gratis de la vivienda. Pero muchos de los blancos de Castro son sencillamente los cubanos pobres que roban al Estado para sufragar sus necesidades.

"El país tendrá mucho más, pero no será jamás una sociedad de consumo", afirmó Castro. "Será una sociedad de conocimientos, de cultura, del más extraordinario desarrollo humano que pueda concebirse", señaló el gobernante.

Los cubanos son famosos por su ingenio y muchos se las arreglan para estirar su salario bajo cuerda.

"Si tuviera abundancia, ¿quién va a robar?", dijo Oscar Espinosa Chepe, un economista disidente.

"Prácticamente nadie puede vivir en Cuba trabajando honestamente", agregó.
Los panaderos venden a los clientes panecillos de 50 gramos por el precio de los de 80 gramos y se quedan con la diferencia para venderla. Los trabajadores de las pizzerías del estado venden queso, tomate y aceite de cocina "extra" por la izquierda. Los autobuseros no les dan los comprobantes a todos los pasajeros que pagan.

Además, los conductores de los camiones del Estado ayudan a los vecinos a transportar los materiales de construcción a cambio de dinero. Y los empleados de las tiendas del Estado se llevan para sus casas productos para venderlos.

En la Cuba comunista el mercado negro está por doquier. Desde la ropa y los juguetes hasta artículos del hogar e incluso la gasolina, la venta de productos robados es parte de la vida cotidiana.

La salud y la educación son gratuitas, pero la ración de productos que se compran a bajos precios es insuficiente.

Vía El Universal

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